Octavio de la Torre de Stéffano | Presidente del Corporativo TLC Asociados

Uno de los efectos que generó la pandemia por covid-19 en el campo del comercio exterior, fue que los productores de artículos de consumo global tuvieron problemas para entregar en tiempo y forma sus mercancías al consumidor final, por lo que los proveedores tuvieron que encontrar una nueva forma de integrarse para llegar a los grandes centros de consumo.

A partir de entonces, tanto los productores como los mismos consumidores, empezaron a ver la conveniencia de que las cadenas de suministro estén más cerca de los mercados, por lo que se empezó a promover la relocalización de los proveedores, a efecto de surtir en menos tiempo, y con un menor inventario, los productos que se demandan en cualquier sitio. 

Esta situación es benéfica para México, gracias a una situación geoestratégica muy particular, ya que tenemos cercanía con uno de los mercados más grandes del mundo, como es Estados Unidos sobre todo ante el nearshoring que consiste en mudar las fábricas del país de origen a otro en el que todo sea más económico.

Sin embargo, cabe reflexionar en un aspecto clave: Si acaso México está preparado legalmente para aprovechar esa inversión que podría seguir llegando para integrarse a una cadena productiva de valor, ya sea para distribución o para la transformación sustancial de un producto que termine consumiéndose localmente, o que se exporte.

La buena noticia es que nuestro país, desde que decidió abrirse para aprovechar los beneficios del libre comercio, empezó a sentar las bases legales y jurídicas para establecer relaciones de negocios globales de manera formal: 14 Tratados de Libre Comercio con 50 países, 30 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRI) con 31 países o regiones administrativas, entre otras negociaciones.

Fue a partir de la década de los años noventa cuando México inició con su primer tratado, desde entonces empezó a firmar más acuerdos que con el transcurso del tiempo han sufrido modificaciones debido a nuevas condiciones. Por ejemplo, en esa década de inicio no existían las transferencias electrónicas o los teléfonos celulares como los de ahora, ni mucho menos plataformas digitales como las que han transformado varios procesos, incluyendo los aduanales.

Posteriormente, desde el año 2013 principalmente, México ha desarrollado una plataforma jurídica sólida que nos permite sentar las bases para seguir atrayendo inversiones a nuestro país e incorporar cadenas de proveedores locales, que incluso se benefician con menores tasas de impuestos, porque su principal vocación es atender al mercado de consumo, principalmente de Estados Unidos, que en el 2022 recibió 78.3% del total de nuestras exportaciones.

Lo interesante es que compañías de otros países, como China, India, o de Europa, al asentarse en México, encontrarán que existe el diseño jurídico que ha conformado mecanismos que fortalecen las condiciones para que los inversionistas extranjeros sientan seguridad con nosotros, e incluso aprovechen ventajas, como contar con una plataforma de tributación diferenciada.

Sin embargo, una de las debilidades que tenemos es que los tiempos de respuesta son muy extensos para que una empresa se establezca e invierta en nuestro territorio, y empiece a fabricar, transformar o distribuir. El problema es que las leyes y normas en México atrasan muchos procesos; una empresa puede tardarse hasta un año y medio en iniciar sus operaciones, una vez que obtenga las certificaciones necesarias, los permisos federales y los locales.

En ese sentido, tenemos una gran área de oportunidad porque existen las condiciones para mejorar los tiempos de respuesta y las regulaciones, y de esta forma configurar un sistema esbelto. Además, podemos aprovechar lo que se conoce como “bono demográfico” (fase en la que el balance entre las edades de una determinada población genera una oportunidad para el desarrollo), gracias a la población económicamente activa que tenemos.

Te podría interesar: Equipos bilingües para surfear la ola del nearshoring

Sin embargo, también requerimos que la mano de obra nacional se capacite para alcanzar un mayor grado de especialización, sobre todo ante el auge de la robótica, la digitalización y la inteligencia artificial, temas que se van a revisar en la próxima edición de LOGEX y Top Flotillas.

Estamos a tiempo de preparar a la fuerza laboral para que desarrollen ciertas capacidades y habilidades que se adapten a los requerimientos globales y aprovechemos lo que podría ser un auge de inversión extranjera en nuestro país.

Redacción
barbara.mundoplastico@gmail.com